viernes, 16 de noviembre de 2007

¡¡FELICIDADES HERMANA!!

¡¡ANA!! ¡ FELICIDADES!! Ya 30 años…uuufff… como estoy demasiado lejos para decirte nada a la cara, te mando esta felicitación escrita. Espero que te guste.

Ana es tres años más mayor que yo, dos años más mayor que Pablo y cinco más que Alberto. Con diferencia, la más inteligente, constante, guapa, alta y segura de sí misma de los cuatro. Con su toque de madre y de hermana mayor. Siempre un paso por delante, haciendo lo que debía hacer y cuidándonos. La que nos ha pasado los apuntes y nos ha explicado contabilidad a casi toda la familia (¿será eso una virtud?).

Como ella nació con la mismita cara q tiene ahora, no puedo decir que ha cambiado mucho. Imagino que de niña no se gastaría tanto dinero en ropa, pero físicamente, está casi igual. Durante un par de años fue la niña de papá, con el correspondiente millón y medio de fotos de “la niña”: la niña en el parque, la niña en el tacataca, la niña con un pájaro en la cabeza, la niña en la playa, los primeros reyes de la niña, la niña vestida de sevillanas, la niña y sus muñecas, la niña cagando… hasta q llegó Pablo y la fastidió el asunto. A partir de ahí, un no parar de recibir nuevos hermanos. Recuerdo de cuando éramos pequeños (seguro que ella se acuerda mejor que yo), en la casa de Delicias, con la habitación gigante en la que dormíamos los tres mayores y nos escondíamos detrás del sofá del abuelo para asustarnos; la marca de la plancha en el suelo, el parque y el museo del ferrocarril, la tienda de arreglar las medias. Recuerdo que papá nos hacía la merienda, papilla de galletas y se enfadaba cuando no nos la comíamos. Recuerdo cuando mi madre nos leía libros en el coche camino del colegio (mítico “Jeruso quiere ser gente”) y el colegio de monjas al que ella iba donde todas las profesoras la adoraban.

Poco antes de nacer Alberto nos mudamos a Tres Cantos. Al mes de llegar, en una de esas reuniones que fomentan el espíritu vecinal y se pone uno hasta las orejas de comer, mi madre se puso de parto. Así q nos quedamos a dormir en casa de los vecinos, donde Ana descubrió lo que era desayunar EKO y la gustó tanto que hasta ahora no ha vuelto a probar el café.

De nuestros primeros años en Tres Cantos, recuerdo los amores por las ventanas (no los míos, q conste), un tema que nos condicionaba a todos los hermanos la hora a la que Ana nos dejaba usar el baño. En esa época, y de mi hermana, aprendí a decir yo, con mucho aplomo “¿Ésa?¡Ésa es más puta que las gallinas!”, que claro, toda la vida preguntándome que significaría eso hasta q ella misma me explicó, muy seria “Es q las gallinas se van cada vez con un gallo diferente”. Pues eso. Que hay mucha gallina suelta por ahí.

A la pobre, los 80 la dieron de pleno, con la música de Mecano, los HombresG, los Secretos, Modestia Aparte y otros grandes éxitos del pop español. Cuando ahora veo las fotos de esos años, me alegro de que no me tocara tan de cerca, aunque en esa época, hubiera dado un brazo por cambiar las faldas pantalón q me madre me obligaba a ponerme por ser tan “moderna” como mi hermana. A ella le tocó la moda de los vaqueros pesqueros, los calcetines blancos, el flequillo cardado y otras grandes combinaciones impuestas por Ana Tó-Roja (así la llamaban sus amigos por la coincidencia del nombre y la maldición familiar de ponernos como tomates ante cualquier chorrada). De esa época la ha quedado su adoración a Nacho Cano, montones de cintas olvidadas en casa de papa y mama y la gran tradición de enchufar a todo volumen la canción de “Un año más” todas las Nocheviejas a las 24:00. ¡Cómo lo voy a echar de menos este año!

En nuestra vida diaria, mientras Pablo y Alberto se tiraban de los pelos, ella ejercía de hermana mayor cuando nuestros padres no estaban en casa. No nos dejaba ver la tele, nos corregía los deberes, criticaba a nuestros amigos y la música ratonera que escuchábamos. Recuerdo los trucos que yo usaba para ponerme su ropa sin que ella se enterara… no funcionaba ni uno ¡me pillaba siempre! Ahora entiendo su enfado, cuando ahorraba para comprarse algo y lo cuidaba y lo doblaba con mimo y yo… bueno, digamos que yo no era tan puntillosa… y que la daba de sí toda la ropa. Muchas veces yo me ponía metas “cuando tenga la edad de Ana, tengo que ser tan lista como ella”, “cuando tenga la edad de Ana, me dejo de morder las uñas”. La mayoría de esas promesas quedaron en el olvido. Y, no sé porqué, siempre me gustó más su nombre que el mío.

Durante muchos años compartimos habitación, unas veces con ilusión y otras no con tanta. Recuerdo, en los años de la litera, que la última en acostarse tenía que apagar la luz, y los diversos trucos para evitar tocar el suelo (valía apoyar la mano en un cualquier trapo que hubiera tirado en el suelo pero no tocar con los pies); su enfado conmigo por no contarla q “ya era mujer”; todos sus gritos y sus esfuerzos tratando de mantener la habitación ordenada; todas las noches que no me dejaba encender la luz para seguir leyendo; las risas en la mesa cuando había visita, y los trucos (inútiles) para evitarlo: había q estrangularse bien fuerte la garganta o dejar de respirar… no era fácil, además era siempre ella la q se empezaba a reír de nuevo!
Me acuerdo ahora de un noviete que ella tuvo, del que yo estaba coladísima (sabes quien es, ¿no?). Confieso, te quitaba la foto que tenías suya para llevármela al cole y enseñársela a mis amigas… ¡pero casi nunca pensé robártelo!

Para mí, como para mis hermanos, es un faro en momentos difíciles. Como la vez que me robaron la maleta estando de viaje y yo estaba paralizada por el susto, hasta que ella me llamó y me dijo lo lógico: “tranquila, vete a la policía, denuncia, llámame después y no te preocupes” Y yo lo hacía, si lo decía MI hermana mayor, tenía que estar bien. En este último año, con los momentos difíciles que he pasado, su casa ha fue un refugio para mí, sus palabras, su defensa, sus consejos, su apoyo. Hasta cuando ha hecho algo con lo que no he estado de acuerdo, he entendido que es su papel de hermana.

En estos últimos años, la he admirado por haber sido tan independiente, se compró su casa con sólo 25 años, su coche y siempre ha sabido organizarse para pasárselo en grande e ir avanzando poco a poco. Justo antes de irme de Erasmus, y después de mucho pensarlo, pintamos su casa. Aún me duelen los brazos cada vez que me acuerdo, pero nos quedó bonito. Y recuerdo cuando ella vino Bruselas, representante de la delegación familiar y con la misión de tranquilizar a los viejos, que me llenó la nevera de comida y se hizo amiga de mis amigos. Siempre ha combinado el cuidado con el respeto, la preocupación con la libertad. Cuando se va de vacaciones, nos trae montones de regalos, mientras que nosotros al final nos liamos y la hacemos vales que nunca cumplimos. Y la sigo robando la ropa cuando necesito ir elegante, pero ya no me pone mala cara.
Bueno, que son muchos años compartidos… lo que quiero destacar es q ha sido un apoyo constante, aunque durante algunos años hayamos podido estar más distanciadas, ahora se empieza a clarear su figura mucho más en mi mente, ya no es solo mi hermana, a la que tengo que querer porque está ahí, sino que es mi amiga, alguien cercano, q me aconseja, me cuida, me quiere, la quiero, la cuento mis cosas y sigo sus consejos al pie de la letra. Y ahora descubro que lo más bonito es que no es la persona perfecta que todo lo sabe como yo creí durante muchos años. Resulta que ella también tiene sus dudas, me consulta, me pide consejo, se apoya en mí. Y me gusta, me hace sentir un poco importante, un poco más valiosa. Me alegra poder decir que ella también me necesita de mí de vez en cuando, y me escucha hablar como si lo que yo hubiera hecho en la vida pudiera servir de ejemplo para alguien.

Como regalo de cumpleaños, te mando desde Bangkok, toda mi fuerza para que consigas lo que quieres, para que puedas levantarte si alguna vez llegas a caer, para q aprendas a encajar los golpes, para q en la vida vayas avanzando poco a poco y sabiendo q todo tiene su tiempo, que todo llegará cuando tenga que hacerlo. Y para que no lo pases demasiado mal si alguna vez vives algo desagradable. Aunque no esté de acuerdo contigo en todo, espero que consigas lo que quieres y me siento orgullosa de que persigas tus sueños, aunque eso te pueda suponer sufrir. Espero que todo lo que hagas sirva para lograr lo que esperas de la vida. Yo siempre estaré apoyándote, diciéndote lo malo y lo bueno. ¡Por algo somos hermanas!


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