sábado, 6 de marzo de 2010

Esto solo lo arreglamos entre todos... y una mierda!

Publicado en Sistema Digital el 4 de marzo de 2010



La campaña puesta en marcha por algunas personalidades con el auspicio de las cámaras de comercio y grandes empresas españolas y privilegiada financiación es un impresionante ejemplo de cómo se le puede dar la vuelta a las cosas para que todo parezca lo que no es.

Los valores que trata de promocionar la campaña son dignos de encomio y el espíritu cívico que reclama para hacer frente a una situación económica y social difícil es algo que sin duda todos deberíamos reclamar.

Hoy día nadie puede dudar lo más mínimo de que el esfuerzo personal y la iniciativa individual, o disponer de habilidades para emprender y poner en marcha negocios que creen riqueza y empleo son impresindibles para que las sociedades avancen y mejore la condición humana. Y que hay que combatir las actitudes que llevan a creer que todo vendrá dado sin que cada uno de nosotros ponga el mayor empeño posible en conseguir lo que deseamos, para nosotros mismos y para los demás. Aunque, en contra de imágenes falsas que a veces se difunden, me parece que son minoría las personas de baja renta o sin patrimonio familiar que tienen lo que tienen sin haberlo sufrido y ganado a pulso.

Son valores, además, mucho más importantes si cabe en coyunturas de crisis como las que vivimos, que tienen siempre algo de shock, de golpe imprevisto y por tanto de conmoción que puede sorprendernos y dejarnos fatalmente paralizados.

El conservadurismo y la inercia, el miedo a lo nuevo y la incapacidad para inventar y crear nuevos escenarios son seguramente las dificultades más grandes que haya que vencer para poder darle salida a las crisis y, desde este punto de vista, la iniciativa, como las experiencias personales que pretende divulgar como ejemplo, son dignas de elogio.

Sin embargo, la campaña tiene otras connotaciones que no pueden pasar desapercibidas.

Es cierto que el esfuerzo personal y la iniciativa individual son imprescindibles, como acabo de señalar, pero también que son a todas luces insuficientes e ineficaces para salir de una crisis como esta que está provocada por un funcionamiento defectuoso de las instituciones y negocios financieros, por el establecimiento consciente de normas injustamente orientadas a reconocerles privilegios radicalmente contrarios a la simetría y al equilibrio que deben gobernar las relaciones económicas y sociales, por la aplicación de políticas orientadas a garantizar beneficios ilimitados a una parte muy pequeña de la sociedad e incluso del mundo empresarial que no crea riqueza sino que la destruye a través de la especulación, y por la entronización de valores humanos verdaderamente inmorales que solo se justifican por el incontenido afán de lucro de los empresarios y financieros más poderosos, algunos de los cuales inspiran ahora este tipo de iniciativas.

La crisis no se ha producido por falta de iniciativa individual o por falta de esfuerzo personal, de modo que no es eso lo más importante que ahora hay que demandar para solucionar los problemas que nos ha puesto sobre la mesa.

Ya he dicho y repito que me parece que esos valores son siempre necesarios pero la cuestión preocupante es que la campaña confunde a los ciudadanos y los lleva por donde no les conviene porque calla sobre lo que de verdad ha provocado la crisis y sobre lo que está generando las inercias y el conservadurismo social que quiere superar, es decir, lo que de verdad habría que erradicar.

No ha fallado el empuje de los ciudadanos, la ilusión personal, ni siquiera la capacidad para emprender. Si fuese así, se entendería que se reclamase todo ello en primer término y con el mismo ímpetu con que lo hace la campaña de los empresarios.

De hecho, todo lo positivo que ahora se reclama (iniciativa, innovación, emprendizaje, imaginación, osadía, inteligencia...) no depende solo de actitudes personales sino de algo más de lo que no solo no se habla en la campaña sino que es lo que sus promotores en la sombra vienen tratando de debilitar en los últimos años.

Si de verdad se quisiera fomentar la iniciativa personal, el emprendizaje, la capacidad y las facilidades de todos y no de unos cuantos para crear negocios debe crearse un medio ambiente social adecuado para ello y eso requiere, sobre todo, recursos públicos para generar el capital social y colectivo que el mercado es incapaz de proporcionar con generalidad. Para poder cultivar comportamientos sociales de esa naturaleza y no solo un puñado de experiencias personales, muy ejemplares y valiosas, pero insuficientes si no se dan en racimos extendidos por toda la sociedad, se requiere una administración más eficaz, mejores infraestructuras colectivas, más recursos para educación, investigación e innovación y bienestar social, es decir, más sector público y no menos, más cooperación y solidaridad y menos mercado descontrolado. La experiencia de los países más avanzados nos muestra hasta qué punto una buena acción colectiva y recursos públicos suficientes y eficientes son imprescindibles para crear empresas y progreso social efectivo y no lo contrario, como se viene reclamando en los últimos años por quienes ahora lanzan estas campañas.

Desde este punto de vista la campaña no es sino un brindis al sol, un engaño.

Causa vergüenza por otro lado, que empresas que habitualmente no respetan el medio ambiente, que utilizan paraísos fiscales para evadir impuestos y ganar más dinero saltándose la legalidad, bancos que han dejado de actuar como verdaderos intermediarios entre el ahorro y la inversión para utilizar los recursos de sus clientes en la especulación financiera, o las que presionaron a los gobiernos en los últimos años para que establecieran las condiciones que les permitían dar continuos pelotazos en la actividad inmobiliaria, las que han sobornado y comprado a políticos, las que han provocado la situación en la que estamos... quieran presentarse ahora como entidades socialmente responsables e impulsoras de comportamientos cívicos para acabar con la crisis.

Claro que la crisis la podemos resolver entre todos, pero solo si los ciudadanos volcásemos nuestro esfuerzo en impedir que estas cosas vuelvan a suceder, si en lugar de dejarnos llevar por el canto de cisne de estas grandes empresas decidiéramos ponerle freno al poder tan ineficiente que tienen sobre los mercados y gracias al cual, y a sus extensiones sobre la política y la comunicación, siguen teniendo, por cierto, miles de millones de euros de beneficios en los peores años de una crisis que se empeñan en hacernos creer que afecta a todos por igual.


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